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448 Garabandal no podía sustraerse al impacto de tal acontecimiento. Por eso, la atención a lo que en Roma se preparaba se mezcló en la aldea montañesa con el curso de sus propias «cosas», tan maravillosas casi siempre, tan extrañas de cuando en cuando. De estas últimas conocemos algunas particularmente intrigantes, que aún no se ha logrado esclarecer. Extraños fenómenos En la carta escrita el 24 de septiembre por doña María Herrero a su hermana Menchu, se leen estas dos líneas: El fuego, es lo que te conté por teléfono; se han llevado la tierra para analizarla. Con tan parca referencia, no lograríamos saber de qué se trata; pero afortunada– mente la misma señora tuvo la buena ocurrencia de meter en su informe (en francés) al Santo Oficio de Roma este dato que había recogido de labios de don Valentín: «Cierto día había mucha gente por Garabandal... Algunos de los visitantes no tuvieron reparo en hacer fuego bajo los Pinos, para coci– nar o para calentarse. Ellos marcharon, creyendo dejar el fuego apa– gado; pero pasaban los días, y aquel fuego no acababa de extinguirse, a pesar de que se hizo lo imposible por conseguirlo... Yo misma, al llegar al pueblo por esas fechas, pude advertir el extraño resplandor que había allí arriba en los Pinos. Fue por eso por lo que le pregunté al señor cura. Y don Valentín me explicó el origen de aquel fenómeno y lo que se había hecho para acabar con él; añadió que la cosa duraba ya semanas, y que, vista desde lejos, parecía durante el día una co– lumna de humo, y por la noche un difuso resplandor. No faltan enten– didos en geología -concluyó sonriendo con cierta gracia socarrona– que se empeñan en dar con una explicación para el fenómeno. Ya vere– mos. Por de pronto, se han llevado unas muestras de esa tierra que quema, para examinarlas en un laboratorio.» Esto es todo lo que puedo decir sobre el innegable y curioso fenó– meno; es bien poco, desde luego, pero no he logrado más información. Casi no se pueden evitar aquí ciertos recuerdos bíblicos: «El Señor iba al frente de su pueblo: de día, en columna de nube, para señalar el camino; de noche, en columna de fuego, para alum– brarlos... Así, no se apartó del pueblo, ni la columna de nube por el día, ni la columna de fuego por la noche» (Ex. 13, 21-22). « Y sucederá entonces -dice el Señor-, que Yo realizaré (para anunciar la proximidad del Día del Señor) prodigios en el cielo y en la tierra: sangre, fuego, columnas de humo» (Joel 3, 1-3). Cada cual puede entregarse ahora a sus reflexiones... Una cosa es cierta, que en la Sagrada Escritura, todo eso de la columna de nube y la columna de fuego, del nublado oscuro· y la llama devoradora, está siempre en conexión con las diversas manifestaciones de la presencia divina. Y puedo añadir, que en Garabandal no fue ése que reseñamos el único caso de fuegos inexplicables ... Se habla allí, un poco misteriosa– mente, de lo que le ocurrió a un hombre del pueblo cierta noche que
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