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444 Dejémoslo, entonces, al juicio de Dios, y no nos metamos en lo que no es de nuestra incumbencia... Pero esto no quiere decir que renunciemos a pensar sobre el asunto, buscando encontrar, como parece que lo hizo Jacinta, alguna saludable lección... La misma Jacinta debió de temer por entonces que su propia «luz» fuera a extinguirse. El mes de septiembre había empezado bien para ella, pues el 1 y el 2 la vemos en éxtasis al lado de sus compañeras. Pero siguió una semana entera sin aparición, y la pobre Jacinta, aunque silenciosamente resignada, debía de consumirse de deseos, de ansiedad y de preocupa– ción. Así es como ella emprendió con sus hermanos, en la madrugada del día 8, aquella penosa peregrinación a la ermita de Nuestra Señora de la Luz, que ya hemos visto. La peregrinación pareció tener efecto inmediato, pues al día siguien– te, 9 de septiembre, anotó don Valentín: «A la salida del rosario, 8,30 de la tarde, quedan en éxtasis Conchita y Jacinta; van cogidas del brazo a casa de Loli... » Pero fue como un favor aislado, pues el 7 de octubre volvió a anotar: «Jacinta hace ya más de veinte días que no tiene aparición. Lo que aquello suponía para la niña, puede colegirse de estas líneas que aparecen en la carta de doña María Herrero, escrita en Santander el mismo día 7 de octubre: «De vuelta de casa de Mari Cruz, me encontré con Jacinta, enflaquecida y triste; me dijo que llevaba veintisiete días sin ver a la Virgen, desde la Natividad de María. Yo creo que nunca ha estado tanto tiempo sin verla. Le di los pasteles: me los tomó; pero estuvo algún tiempo con ellos' en las manos como sin saber qué hacer, con una expresión de tristeza que me impresionó.» En el caso de Jacinta, con gran consuelo para ella, todo quedó en prueba y susto... El día 8 de octubre anotaba don Valentín: «Tuvo aparición Jacinta, después de un mes de no tenerla»; y posteriormente añadió: «También la tuvo los días 9, 11, 13 y 14.» Por su parte, Maximi– na decía a doña Eloísa de la Roza Velarde, cuñada del doctor Ortiz, en carta del 8 de noviembre: «Las apariciones siguen igual que siempre, no veo por ahora nada de extraordinario. Loli sigue teniendo aparición todos los días, ordinariamente a eso de las cuatro o cinco de la madru– gada. Conchita la tiene los cuatro días a la semana que ya se sabe (martes y miércoles, sábados y domingos), frecuentemente también a esa hora de la madrugada, y casi siempre sale por la calle. Jacinta también tiene aparición muchos días. Pero Mari Cruz no ha vuelto a tener desde hace meses. Y ya saben lo que hacen cuando tienen apa– rición: rezar rosarios y dar vµeltas por el pueblo... » * * * El misterio, pues, de Garabandal seguía su marcha... Casi monótona– mente, desconcertando a muchos, ilusionando a no pocos. ¿En qué pararía aquello? Una de las protagonistas quedaba ya fuera -aparentemente, al me– no.s- del proceso. Otra tenía largos eclipses ... Pero la cosa, en su con-
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