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442 -No me ofrece ninguna duda -me respondió- la plena normalidad de estas niñas; por lo que los hechos no pueden atribuirse a ninguna enfermedad. Con ésta son ya tres las veces que he venido a Garabandal en plan de estudiar a las videntes: si viera algo sospechoso, inmediata– mente lo diría. -En eso estamos de acuerdo.» Varios de estos días se recogieron en magnetófono palabras o frases de las niñas en éxtasis. Aunque muchas de estas palabras tenían sólo un alcance circunstancial, a veces saltaban otras de mayor dimensión: -Virgen Santísima, ¡que no te abandone! ¡Que te quiera toda mi vida! ¡Ay! Que yo nunca te deje. Que te quiera siempre, siempre, hasta la muerte. ¡Virgen Santísima, no nos desampares! (Loli, la noche del 12 al 13 de septiembre). -¿Cómo es el cielo?... ¿En el cielo no hay sillas?... ¿No se anda? ... ¿En el purgatorio hay fuego? ... ¡Saldrán quemados! ... ¿En el cielo no se puede entrar ni con un pecado chiquitito?... ¿Cómo te pintan tan fea, si eres tan bella? ... (Conchita, 25 de septiembre). -¿Cuesta mucho la conversión de los pecadores?... Yo rezaré para que vengan muchos, y se conviertan, y los buenos se hagan mejores ... ¿Es mejor ser monja o mujer?... Si Tú quieres, haz que yo lo sea a los 14 años, dicen que hasta los 16 no se puede ... A mi hermano 8 le duele niucho el estómago: no se lo quites, pero alíviale el dolor ... (Conchita, en la misma fecha). Un foco se apaga La Luz de Garabandal venía siendo dada desde el principio por cuatro reflectores. Pero en este mes de septiembre de 1962 se apagó uno de ellos. La más pequeña de las cuatro videntes, Mari Cruz González, dejó por estas fechas de tener apariciones. Ciertamente tuvo una el día 1, según queda dicho, y hubo de ser im– portante a juzgar por su duración: 45 minutos. Pero los demás días la niña debió de esperar en vano: ya queda apuntado cómo ella hizo una pequeña peregrinación para pedir a la Virgen que volviera a visitarla. Quizá como resultado de tan apremiante súplica, la Virgen volvió, pues vemos en las notas de don Valentín: «Día 18 de septiembre. Por la mañana Loli y Conchita comulgan de manos del ángel. Por la tarde, las otras dos niñas tienen aparición, a las 5,30. Se encuentran en la calle, recorren el pueblo, rezan el rosario, suben a los Pinos, y bajan de espal– das; termina a las puertas de la iglesia. Pregunté a Loli por qué a Mari 8 Parece claro que lo que pedía Conchita para sí misma era poder entrar en un convento a los 14 años; y lo pedía como gracia especial, pues da a entender que alguien le había dicho que hasta los 16 no había nada que hacer. El Código de Derecho Canónico señala esa edad de los 16 años como mínima para poder emitir los votos religiosos. . El hermano de quien habla en su última petición, era seguramente Aniceto -fami– liarmente Cetuco-, que sentiría ya las molestias de una enfermedad que p·ocos años después le llevó a la muerte, muerte ejemplarísima en una clínica de Burgos, cari– ñosamente atendido por su única hermana, Conchita.
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