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438 Pero tampoco es una noticia para quedar encerrada en absoluto secreto. Quizá a esto se refieran las preguntas de Loli en el éxtasis del día 17, lunes, y de Conchita en el del día 18: Lou.-Sí, ¿le escribo hoy?... Virgen Santísima, ¿entonces se lo digo? ... ¿Cuándo se lo puedo decir? El está esperando que yo se lo diga por carta o cuando le vea... Bueno, ya se lo diré... · CoNCHITA.-¿Se lo puedo decir mañana a don Valentín?... ¿En con- fesión? ... ¿A quién se lo puedo decir también? ... ¿Al señor obispo? ... ¿Se lo dijo Loli al P. Andreu?... ¿Se lo digo?... ¿Que no?... ¿Cuán- do, sí?... Quizá la persona a quien Loli debía comunicar el anuncio fuese don José Ramón, el cura de Barro, pues entre los papeles de éste he visto una pequeña estampa de la Virgen que tiene al dorso unas líneas, mal escritas: San Sebastián, a 8 de octubre de 1962. Nos ha dicho la Virgen que va a hacer un milagro. Con todo cariño de María Dolores Mazón. (Para don José Ramón.) Lo del anuncio de «el milagro» queda inequívocamente confirmado por estas líneas del Diario ed Conchita (págs. 59-60 del manuscrito) 3 : La Santísima Virgen me ha anunciado un gran milagro, que Dios nuestro Señor va a hacer por intercesión de Ella. Como el castigo es muy grande (como lo merecemos), el milagro tam– bién es inmensamente grande, como el mundo lo necesita. Entre maravillas Hemos visto antes cómo doña María Herrero de Gallardo hablaba en su carta de «tales maravillas, que esto parece un pozo sin fondo, de donde se va sacando multitud de cosas». Si lo del Milagro fue la «noticia» de septiembre, no vaya a pensar nadie que sólo eso dio interés a sus días ... Estoy por asegurar que tal mes de 1962 fue uno de los más «colmados» en la sorprendente marcha de Garabandal. Basta leer con atención las notas de don Valentín. Comuniones místicas de las niñas. - Conchita y Loli comulgaron de mano del ángel todos, o casi todos, los días en que no pudieron hacerlo de mano de un sacerdote. Sobre una de esas comuniones escribía la señora Berreo de Gallardo en su carta del día 24: «El día que estuve yo, Conchita había comulgado a las 2,30 de la tarde, ante las puertas de la iglesia; y me contó un jesuita catalán, que lo había visto, que le había gustado mucho, porque el cuerpo, las manos, los ojos... tenían una ma- ' Según mis referencias, la niña empezó este diario precisamente en este septiem– bre de 1962 y lo acabó por la primavera de 1963.
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