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Se fue con prisas a la mcntaña 437 contarle algo de sus últimas visitas al lugar de las apariciones: «El otro día, en casa de Conchita, fue muy imeresante la conversación, estando presentes dos siquiatras y tres sacerdotes ... 2 Don Valentín me ha dicho que Conchita, según sus palabras, tenía que decirle algo bajo secreto de confesión, con lo que él -af..adió riéndose- ya no po– dría decirme nada. Lo que sí se sabe es que la próxima "prueba" (de la verdad de las apariciones) va a ser, según dicen las niñas, mucho ma– yor que el día de la comunión visible de Ccnchita... » Dos semanas más tarde, desde el mismo Santander y con fecha de 7 de octubre, escribía nueva carta la susodicl:a señora: «Anteayer, vier– nes, estuve otra vez en Garabandal. No había nadie... y durante todas las horas que pasé allí, me contaron las niña5 y sus madres tales mara– villas, que esto paree~ un pozo sin fondo, de donde se va sacando poco a poco multitud de cosas. ¡Cómo disfruté y ·cómo te recordé! ... Fuimos a ver a Conchita, en el momento en que ella salía con su madre para el rosario... Se le pegaron las dos señoras que iban conmigo y ya no pude preguntarle nada camino de la iglesia. Yo me cogí del brazo de Aniceta y me atreví a preguntarle que cuándo iba a ser el anunciado milagro. -"No lo sé. Es posible que tampoco lo sepa Conchita... Lo que sí le digo a usted es que la otra vez (cuando lo del 18 de julio) ella me decía: Mamá, va a ser un milagruco, y ahora me dice: ¡Va a ser un milagro muy grande!"» * * * Así, pues, por lo que yo he podido informarme, es en estos días de septiembre de 1962 cuando por primera vez se da en forma clara y abierta el anuncio de un gran milagro. Un milagro, que, por lo que luego se irá diciendo de él, por su redonda singularidad, empezará pronto a convertirse en «el Milagro». En estos primeros anuncios se die-e: Que va a ser «muy grande». Que lo verán todos los que «estén en Garabandal» cuando se produzca. Que el Papa lo verá «donde quiera que esté», y «tambié,1 el P. Pío». Pero Conchita, que parece va a ser la única que tenga algo que ha- cer en orden a este milagro, aún no sabe la fecha de su realización. Y de momento, la noticia del milagro en perspectiva no debe ser divulgada sin restricciones. Ya vimos las palabras de la niña en casa de Maximina ante los señores Ortiz, y lo de «bajo secreto de confesión» de don Valentín Marichalar... 2 De los tres sacerdotes, doña María Herrero dice: «(Jesuita, pasionista y cura).» Por las notas del doctor Ortiz se saca que el jesuita era el P. Argila, y el cura, don Antonio Yllensa Borrás, párroco de San Cucufate; parece que ambos habían venido con el doctor Puncernau, y pensaban, según don Valentín, «llevar infor– mación al señor arzobispo de Barcelona». El pasionist::; debía de ser un tal P. Eliseo, de quien habla en sus informes el abogado don Luis Na·:as. De los psiquiatras sólo sabemos con seguridad que uno de ellos era el susodicho doctor don Ricardo Puncernau.

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