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436 Lo que recoge un magnetófono Día 4 de septiembre de 1962, martes. Según los apuntes de don Va– lentín, hacia las once de la mañana, Conchita cayó en éxtasis a la puerta de la iglesia y allí recibió la comunión de manos del ángel; algo más tarde ocurre lo mismo con Loli. Pasa la tarde; entra la noche, y a la 1,30, Conchita tiene un nuevo éxtasis: va al cementerio, recorre las calles del pueblo, reza el rosario, canta la salve; al entrar en su casa, cae de rodillas y se despide de la visión, y habla... Alguien que está al lado no quiere captar sólo con sus oídos lo que la niña pueda decir, y le pega casi a los labios un micrófono... Lo recogido por éste le confirmará luego que sus oídos no han captado mal. «-... ¿Que tú dijiste que iba a haber un milagro? ... y que el milagro iba a ser .. . ¿Y se verá a la Virgen?... ¿Y cuándo? ... ¿Tan luego? ... Con– migo sola, no. No quiero ... ¡que no le hagas! Hazle con las cuatro ...» Tales palabras no podían menos de causar impacto, y pronto em– pezaron a ser preferente motivo de comentarios y de expectación. Cinco días más tarde, el domingo día 9, el doctor Ortiz, de Santan– der, anotó en su agenda de Garabandal: «Estábamos mi esposa y yo, con una prima de mi esposa (María López-Dóriga), en casa de Maxi– mina; llegó Conchita, para dar un recado, cuando empezábamos a comer: la invitamos, y pronto Maximina, como en broma, empezó a decirle: "Ya sabemos tus secretos ... ¡Que va a haber un milagro! No lo puedes negar, porque te lo han cogido en cinta." Conchita se sonrió, y después de un momento de silencio, dijo: Pues sí, va a haber un milagro. La Virgen me lo ha dicho, y que va a ser muy grande ... -¿Cuándo será? -Yo no lo sé. -Pues no lo · veremos nadie. -Lo verán todos los que estén aquí. Y, el Papa, donde quiere que esté. Y también el P. Pío. Y o pido todos los días que el milagro sea con todas ... Pero no digan nada a nadie. -¿Ni siquiera al P. Andreu y al P. Retanaga? -Bueno, a esos, sí.» En la misma noche que siguió a ese día 9, pero ya de madrugada del día 10, nuevamente se oyó a Conchita (y se recogió en magnetófono): Cuando hagas los milagros, hazlos con todas; conmigo sola no quiero. ¡Anda! Con todas, ¿quieres?... ¿No me lo dices? ¿Se lo digo yo, para que ella lo sepa? ... 1 El asunto era de verdad interesante, como para poner alerta y en vilo a cuantos creían en Garabandal. No es de extrañar que los que iban llegando al pueblo, si pertenecían al círculo de los bien relaciona– dos con las familias de las niñas, captaran pronto lo que flotaba en el ambiente. El 24 de septiembre, desde el Hotel Real, de Santander, doña María Herrero de Gallardo escribía a su hermana Menchu (Madrid), para 1 Ignoro a quién podría referirse; t al vez a Loli, que parecía destinada a com– partir muchas cosas.
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