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Se fuP con prisas a la montaña 433 hija, empezó a reñirla por aquella tardanza. Conchita sólo supo res– ponder, con la cabeza baja: Es que me dio la comunión el ángel. -¡El ángel, el ángel! .. . Bueno, será así, pero anda, que ya es hora de que tus hermanos tenga allá arriba la comida. Ni éxtasis ni apariciones les libraban a ellos, como tampoco a los otros habitantes de Garabandal, de la necesidad de ganarse duramente el pan material de cada día. Pero había que pensar también en otro pan no menos necesario, un pan que no se ganaba con el sudor de la frente ... En la sinagoga de Cafarnaum, al día siguiente del más espectacular . de sus milagros -la multiplicación de los panes- se había enfrentado Jesús a las muchedumbres, tan pronto esperanzadas como decepcio– nadas, de Israel: Abiertamente tengo que deciros que vosotros me buscáis, no tanto por las «señales» que yo presento, cuanto por haberos dado· de comer hasta saciaros. Afanaos por conseguir, aún más que ese alimento que perece, otro que permanece para la vida eterna, que es el que ha venido a darnos el Hijo del hombre (Jn. 6, 26-27). En Garabandal, con todo aquel despliegue de comuniones por mano del ángel,. Dios venía a inculcar de nuevo la misma doctrina; y tanto más apremiantemente cuanto que ya se estaba fraguando aquel estado de cosas que debería ser reprobado tres años más tarde con una de– nuncia verdaderamente profética: A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia, * * * El ángel de Garabandal venía a decir a cada hijo de la Iglesia lo que tantos siglos atrás hábía dicho el ángel de Israel al prófugo profeta Elías: Levántate y come ... y vuelve a comer, ·que tienes por delante dema– siado camino (1 R 19, 3-8). Difícilmente nos damos cuenta de toda la dimensión que tiene eso que a veces cantamos: «No podemos caminar con hambre bajo el sol...»
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