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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA vés de los Apóstoles la desvelación de tal secreto) ... Pablo se confortaba a sí mismo y confortaba a sus cristianos, no en último lugar, con la esperanza de que todo lo que estaban pasando por la causa de Jesús iba a tener pronto el más feliz desenlace: ¡Cuando El volviera ... ! Sólo teniendo en cuenta esta euforia expectante puede entenderse bien, por ejemplo, lo que ocurría en la comunidad cristiana de 'fesalónica, a juzgar por las dos Epístolas que le fueron dirigidas. (Y fácil– mente se adivina que lo de Tesalónica era algo común a las demás comunidades de «hermanos» que habían ido surgiendo al paso evangelizador del Apóstol.) Pero pasaba el tiempo ... , y el Señor no venía. Y quienes le habían estado aguardando con explicable impaciencia, iban muriendo, en número creciente ... ¿No podía considerárseles a éstos como bien desgra– ciados? ¿De qué les iba a servir ya la 'Parusía' del Señor? Ellos, después de tanto esperar, no podrían tomar parte en tan glorioso acontecimiento, ni bene– ficiarse de él. Sólo les quedaba el lejano y no muy claro resurgir (1 Co. 15, 12-13) del 'último día', para la final consumación ... Es entonces cuando llegan las inolvidables acla– raciones del Apóstol: c<No queremos, hermanos, que estéis desorienta– dos respecto a vuestros muertos, para que no caigáis -222 -
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