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EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA otra forma no se comprende su forcejeo contra tou.u lo más preeminente del pueblo judío para salvarlo. Es pueril pensar que cuanto hizo, fue por el gusto de contrariar a los judíos; queda constancia en el Evan– gelio del temor que Pilato sufrió al vislumbrar el mis– terio de Cristo. En resumen: la muerte de Jesús sólo puede im– putarse a los judíos; directamente, a los de su épo– ca, e indirectamente a todos cuantos se consideren :seguidores o :solidarios de la actuación de aquéllos. No tienen otra salida: su dilema es reconocer, o no, a Jesús. No cabe duda de que entre ellos habrá casos de ig– norancia invencible, pero eso, si bien les libra de culpa, no les exime de las consecuencias que de la muerte de Jesús se vienen siguiendo. También es cierto que no existe pecado si no hay conciencia del mismo, excepto en cuanto al pecado original; por lo tanto, serán reos de deicidio los que con plena conciencia se adhieran espiritualmente a la petición de muerte formulada por sus antepasados; los demás, no incurren en tal pecado, o lo tendrán en el grado que de él tengan conciencia y le presten su adhesión. Este pecado no es de carácter original; por lo menos, así parece deducirse de la considera– ción de los he·chos. En resumen: no es verdadera la conclusión que afirma que judíos y gentiles, por sus pecados, fueron causa de la muerte de Jesús. - 166 -

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