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578 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA poco. Yo he soñado mucho. ccCuando yo era todavía un mucha– cho, pensaba que... » Ya no sueño tanto. Ahora sé que los hom– bres difícilmente vuelan ; cada uno tiene sus pequeños intereses y sus propias cosas para entretenerse ,en 1a vida, y sólo los me– jores conceden una parte de su atención y de su tiempo a los afanes del apóstol... Nosotros pensamos quizá demasiado en es– tas y las otras almas ; ellas piensan un poco menos en nosotros y en nuestros proyectos... Pero tiene que ser así. Y aunque nos decepcione, no tenemos derecho a desanimarnos. Debemos mi– rar a Dios, y trabajar, aun sabiendo que no vamos a lograr ex– traordinarios resultados. Te digo esto porque, eliminadas por la dura ex;periencia las excesivas ilusiones del joven apóstol, fácilmente empieza a rondarle otra tentación: ,la del desaliento. Del creerlo todo posible se pasa fácilmente al pensar que todo es inútil y que no se cónsigue de verdad nada. Aquí, como en tantas otras cosas, la virtud está en el justo medio. -No obstante, a mí me parece maravilloso y sin límites aque– llo del Evangelio: «Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra». - Y lo ,es ; pero pensando cada uno que no todo podrá ha– cerlo él... Cada sacerdote por separado sólo podrá realizar una pequeña parte de la total consigna de Cristo. Ni basta un grano de sal para· evitar del todo la corrupción, ni sirve una sola luz para disipar todas las tinieblas: los granos y las luces tienen que multiplicarse. ))El mundo siempre anda: ·mal por culpa de estas dos cosas: las malas doctrinas ,y las perversas costumbres, cuyos frutos son oscuridad en la mente y podredumbre moral. Pues bien: contra oscuridad, LUZ, y contra podredumbre, SAL. Ambas cosas de– be ser el sacerdote ; pero que en función de éstas no pida siem– pre resultados fulgurantes, inmediatos, maravillosos. Si en su ac– tuación de luz y sal sobre almas y sociedades no consigue a veces lo mejor, conténtese con impedir que ocurra lo más malo. »Cuando medito en la tarea que, sobre todo durante la Cua– resma, tenemos que desarrollar incansablemente sacerdotes y predicadores: misiones, ejercicios, triduos de cumplimiento, con– fesiones, etcétera, etcétera, me digo tal vez a mí mismo: Y todo esto, e para qué? e Corresponde verdaderamente el fruto a la in-

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