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562 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA y terciarias, fueron reiterándole al Padre las más sinceras expre_,– siones de adhesión y condolencia por lo ocurrido ... Y .el Padre Fidel tuvo que corresponder a todos ; y levantar unos ánimo~; y calmar otros, que demasiado vehementemente gritaban: <<No hay derecho. Nada más que porque son los que son, ¿van a hacer lo que les dé la gana?» El domingo por la tarde fué a verle el noble José María, Delegado Provincial de Educación Popular, acompañado de su esposa, Conchita. Se habló ,en el plan más amistoso, como siem– pre. Y así fué sabiendo -el P. Fidel una serie de curiosos por- menores sobre las incidencias de .aquellas ~ornadas. Lo que más sentía el Padre eran los malos ratos que ,el pobre muchacho había estado pasando por su causa, pues el Gobernador le había :puesto de vuelta y media ,en las diversas entrevistas que sostu– VJeron. Pero no estaban los lfos acabados con la suspensión del pe– riódico. Los de «La Buena Sociedad» seguían exigiendo una reparación, una retractación pública de ,lo que se había dicho en c<Avanzadilla», y que ellos consideraban corno del todo falso, además de gravemente in~urioso. De no darse tal reparación, llevarían la cosa a los tribunales. José María estaba de veras preocupado y atemorizado. No tanto ,el P. fidel. -No te apures, muchacho. A ti no te pasará nada, ni a ninguno de mis colaboradores, pues yo me haré responsable único de todo. Y en cuanto a mí'.... ¿ qué me van a hacer? Fu– silarme, no ; a lo sumo, meterme en la cárcel ; de multas, ni hablar, porque no tengo dinero ni intención alguna de pagarlas. Si me meten en la cárcel será una experiencia nueva e intere– sante en la vida. -Bueno, Padre ; déjese de cosas. Siempre es mejor arreglar los líos ce.por las buenas». -Indudablemente, siempre que pueda hacers,e sin menosca– bo de la verdad, la justicia o la propia dignidad. Por la paz estoy dispuesto a ,cualquier cosa ; pero no quisiera dar a esos señores, que me par,ecen demasiado engreídos con su poder y su posición en la sociedad, el gustazo de creernos acobardados