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556 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA decía el viejo Apóstol. «Sin el sacrificio de la vida, nada se hace en este mundo, no ya de grande, pero ni siquiera de normal», afirma el historiador italiano. Vamos a dejar las cosas como están, o como son. ¡ Que nunca ,corra Ja sangre por nuestra culpa ! Pero no nos asustemos ante ella cuando sea necesaria... Entramos ,precisamente ahora en la magna celebración de aque– lla sangre inocente ,que se vertió hasta la última ,gota por ase– gurar de una vez al mundo la salvación que necesitaba. n Había muchas cosas intel'esantes en la primera página del número 24 de «AV'.anzadilla» ; pero los ojos de ciertos señores de León-unos, poderosos de influencia, y otros, de dinero– no se fijaron en aquella estupenda página primera, sino en cierto título que aparecía allá por la cabecera de la cuarta: «En León hay una .feria de esclavas.>> Empezaron con avidez la lectura... ; a los pocos puntos, sintieron que la indignación apretaba su ro– busto ,cuello ; al terminar, más de un puño cerrado descargó furioso sobre la mesa o sobre el brazo de un sillón, mientras barbotaban los labios: ¡ Esto es intolerable ! ¿ Cómo se con– siente que se publiquen tales cosas? ¡ Hay que acabar de una vez con semejantes atrevimi,entos ! La boca que más decididamente disparó una y otra vez tales desahogos fué la del ilustre coronel don Jenaro Garra Peñuela. Juró por sus bigotes y por sus tres -estr,ellas de ocho puntas que aquel periódico «Avanzadilla» no saldría más a la calle, o poco podrí'.a él. .. Su honor estaba comprometido, y debía quedar cum– plidamente desagraviado. ¿ En qué habrí'.a podido menoscabar tan gravemente «Avan– zadilla» el honor del iilustre militar? El artfoulo aquel de la p:/igina ,cuarta, ((En León hay una feria de esclavas», se metía sin miramientos con los bailes que se daban de manera constante en los locales de «La Buena So– ciedad Leonesa», entidad a la que pertenecían, aunque fuera sólo nominalmente, todas las familias «bienn de León. ¡ Y daba la casualidad que Presidente de la misma era por aquellas fechas el buen coronel don Jenaro Garra Peñuela ! c<Avanzadillan ignoraba esto último. Pero aun sabiéndolo, hu– biera procedido del mismo modo, pues tenfa como norma atacar todo lo que encontraba censurable, sin atender a quienes estJI-

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