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132 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA austero de vida, resulta imposible entender las ,cosas de Dios, ir hacia El, practicar la virtud. La Iglesia pide a ·ccDios omnipotente, en la bellísima ol'.'acioncita ,litúrgica del jueves de Pasión, que conceda la gracia de que la dignidad de la condici6n humana, maltrecha por las demasías, se rehaga por un medicinal afán de moderaci6nn. Y también la misma Iglesia, en su oración de la mañana, ,que es la parte del Oficio Divino llamada Prima, sUipli– ca a diario que la ,c<arrogancia de la carne vaya quedando refre– nada por la sobriedad en el comer y beber». nCuando esta arrogancia de la c,ame está ,peligrosamente cultivada por la falta de sobriedad, da fatalmente sus frutos, que no son otros que las ,ccobras de la carne» que ,emunera San Pablo en la ya mencionada carta a 1los gálatas: fornicación, impureza, libertinaje... , discordias, envidias,.,, borracheras, orgías, comi– lonas y ,otras cosas como éstas; «acerca de las cuales-añade severamente el Apóstol-tengo que preveniros, como ya antes lo hice, que quienes se entregan a ellas no podrán alcanzar el reino de Dios» (V, 19-21). »Así, pues, queridos Jóvenes, cuidado con las demasías en las fiestas, en las diversiones, en la holganza, en el tratar de «,pasarlo lo mejor posible» ... No queremos decir que todos los tiempos y días deben ser lo mismo; no intentamos reprobar las fiestas y las expansiones... ; pero sí exigimos ,que se guarde mo– deración en el número y en d modo, pues el «vivir sobriamenten de San Pablo obliga en todo tiempo,>> Sobre la justicia en las relaciones con el prójimo, les dijo el P. Fidel que era ciertamente algo fundamental, pero q,ue no se detenía a hablar más a ,propósito de ella porque la circunstancia del verano no solía suscitar dificultades especiales en su cum– p}imi,ento. Pasó a la piedad, tercer elemento del programa. « ¡ Y el más hermoso !-,,exclamó el P. Fidel-. Y también el más necesario, pues si la piedad se practica y vive, todo lo demás vendrá corno por redundancia o ,añadidura.>> Fué ,explicando primero b piedad como ,«religiosidad», es decir, como manifestación práctica y habitua1l de la virtud de la religión, que es la q,ue inclina al hombre a dar a Dios el culto debido por su excelencia sober,ana. Y también aquí encontró

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