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104 FR. EUSEBIO GARCIA DE PESQUERA Cori el último verso del cántico le vino ,el recuerdo de otra lectura: en la «Leyenda Doradan, de Longfellow, el príncipe En– rique 'le decía cierta vez a la angelical aldeanita Elsa: ce j Oh puro corazón! tu dulce polvo lirios ha de brotar; y en sus hojuelas ccA VE MARIA>> escrito ha de leerse en autí/eras letras.>> ¿ Por qué él no iba a soñar en aquellas postrimerías de un may.o memorable? ¿Por qué algunos de ,aquellos corazones jó– venes que él empezaba a conocer, y trataba de modelar, no iban a ser tan puros como el de Eisa? T enfa derecho a espe– rar que, por ejemplo, de los corazones de Azucena, Josefina, María de la Gracia, Consuelito, etc., fueran bien ¡pronto bro– tando lirios puros y fragantes, azucenas como aquellas que, ya espigadas por diversos cuadros del jardín, sólo esperaban el cá– lido beso de junio para ofrecer al Señor su blancura y su per– fume ; y en las flores de tales corazones se vería escrito, sin duda, como una alta consagración de limpieza virginal, el nombre de !VIARIA, Madre del Amor Hermoso, Reina de la Primavera, Pro– tectora de la juventud.
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