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178 bía gustado la charla, y me manifestó el deseo de que se volviera a hablar sobre el mismo tema en otros re– creos. Tanto en los recreos como en el trabajo se le veía recogido y muy moderado, aunque siempre muy amable. Como no hubiera persona extraña con noso– tros, era expansivo, tratable y jovial; pero si había gente de fuera, se sentía incómodo, y apenas habla– ba algo por compromiso. Era muy parco en las comidas, y cuando iba a las rancherías en las excursiones, comía de lo mismo que los indígenas. Así fué como se familiarizó con la yu– ruma, gusanos de moriche, frutas de monte, cangre– jos asados, carne de báquira asada. . . En su última enfermedad padecía dolores muy fuertes en el costado, pero no se quejaba, ni quería molestar a nadie. Todos los años, como preparación para la fiesta de San José bendito, hacía los Santos Ejercicios, con permiso del Padre Superior. Cuando iba al traba.jo con los indios llevaba un libro de lectura espiritual, y apro– vechaba el tiempo, leyendo y recogido. Más-de una vez le ví llevar los "Triunfos"· de~ amor ,de Dios de Fray Juan de los Angeles. De conversadones que tuve con él, pude deducir que la mayor parte del tiempo, la pa– saba en oración, pero sin descuidar a los muchachos. Recuerdo que muchas veces me traía a colación los ejemplos de otros Misioneros y Misioneras, recal– cando con marcada edificación sus virtudes. Siempre que iba de excursión, procuraba llevar objetos para los indios, no sólo religiosos, que ellos no aprecian en su justo valor por falta de fe, sino, prin– cipalmente, profanos, como collares, t abaco, ropas, an– zuelos de pescar y cuanto podía atrapar. Como era tan grande el deseo de entregarse a la civilización de los indígenas, cuando vió colmados sus deseos con la f\m-
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