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175 El día 28 de septiembre estaba yo de paso en la. Estadón :M'ísional de Araguaimujo, y ese mismo día llegó el P. Santos, a las ocho de la noche; pues había salido durante seis días a buscar morocotos y otros elementos para alimentar a los indios del Internado. Cuando le -ví tan macilento y extenuado por causa del penoso viaje, me causó la impresión de que me encon– traba en prasencia de una alma grande: concebí la idea de que el P. Santos era un hombre abnegado, sufrido, trabajador, caritativo, destacándose en él aquella frase de San Buenaventura, propia de las almas cuerdas y humildes: '·Para cargas el primero, para cargos eir pos– trero''. Después de algún tieD:).po viajábamos los dos eu enriara, manejada por los indios, de Barrancas a Ara– guaimujo, y como el trayecto es largo, hablamos de diferentes tópicos. Refiriéndose el P. Abelgas a la vida. espiritual, me decía, que había que buscar a Dios en el interior del alma; por lo que me persuadí que poseía la ciencia experimental de las almas gr~ndes, enseña– da por los especialistas en esa materia, Han Juan de la Cruz en el "Cántico espiritual" y Santa Teresa en sus "Moradas". Como ~l P. Santos era de mucha vida interior, más estaba en donde amaba que eri donde vivía, según sen– tencia tan celebrada y oída de San Bernardo y de San Agustín. Esta .vida se irradiaba a todos los que le tra– taban. Por eso Jos indios le apreciaban mucho, consi– derándole como hombre de gran bonc;tad; y los criollos determinaban más el gran concepto que de él tenían, diciendo que el P. Santos era humilde y santo. F1·ay Matías de Alcobilla, O. F. M. Oap.
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