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173 yaqllllell'.'ai o-co tafera obonioya. El Padre Santos bueno para nosotros; nosotros le queremos mucho. Y decían esto con tal fruición, que se les hacía la boca miel de contento. Los hechos hablaban, pues, muy alto de es, te humilde y gran misionero capuchino. Et, como buen misionero capuchino, profesaba tierno amor a la Divina Pastora, propagaba su devo– ción, repartía su medallita a indios y criollos, y pas,eó su estandarte bendito gloriosa y apostólicamente, por los campos cubanos y deitanos. Cantaba y ,enseñaba preferentemente los cánticos de la Divina Pastora. Y esta Madre amantísima le hizo verdaderos prodigios: Pobre y sencillo en toda la extensión de la pala– bra, amab=1. al Pobrecillo de Asís, al amigo de los po– bres. Siempre pedía permiso para hacer los ejercicios espirituales en la Novena de San José, para terminar– los en la fiesta del Santo. San Antonio de Padua, fué su Santo, el amigo que l:o sacaba a flote en todos sus apu.ros. "Animo, confianza, decía; San Antonio todo lo puede" ... Y tenía razón. Hay Episodios tan lindos, tan simpáticos, tan emo– cionantes de su vida misionerfl,, que me siento fuerte– mente impulsado a referirlos. Los indios de Nabasa– nuca se entusiasmaron tanto con él que, electrizados por el gobernador Ricardo Torres, se pusieron todos de pie formando larga cola; y así ordenados, indios e indias, lo iban efusivamente saludando, mientras le de 0 cían: "Tu eres nuestro Padre, tu eres nuestro Padre; tu quieres mucho a los indios". En la ranchería de "Cuamujo" regaló una meda– lla de la ·Divina Pastora a una india viejecita. A los tres años todavía conservábala pendient.e del cuello. Mientras ~l Padre Santos les explicaba la doctrina, en medio del general silencio, levantó la voz la referida guaraúna, diciendo: "El Padre Santos dice la verdad. Todo lo q·.1e él nos enseña lo pondremos en práctica".

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