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III Alma de Dios. - La Misa centro de su devoción. - Lecturas piadosssi- - Generoso oon los indios: - Anécdotas edificantes. Dice u.n ada.gio latino : "Vox populi, vox Dei". La voz del pueblo, voz de Dios. Y así es en verdad, que raras veces el pueblo se engaña .en apreciar los méri– tos o deméritos de una persona. El P. Santos de Abel– gas era considerado por todos como una alma de Dios. Y no debían de equivocarse. Júzguese por los siguien– tes rasgos, episodios y anécdotas que hemos recogido al azar. Por la mañana levantábase antes que los de– más para hacer oración y prepararse para la Misa, cen– tro de todas las devociones; nunca la dejaba en sus periódicas excursiones por los caños, aún a costa de permanecer largas horas en ayunas. En la isla de Ma•• riusa, estando anegado todo el terreno, siendo ya más de media mañana, y no habiendo cerca ninguna ran– chería, encontró un corpulento árbol, cuyas raíces le sirvieron de peana; sobre dos palos atravesados colo– có la caja de los ornamentos y el ara santa; y alli, acompañado de un plaguero horrible de zancudos que le picaban de lo lindo, sin luz, sin acólito, sin poder moverse para no caerse al agua, celebró, lo mejor que pudo, el tremendo Sacrificio. Cuando íbamos al trabajo, llevaba .el Kempis den• tro del capucho, y leía algún capítulo mientras los ni– fios trabajaban, En los ciuco años que convivimos jun-

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