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156 dío, porque la enfern.1edad progresaba lenta pero ine– xorablemente. El cáncer que se le había declarado en el hígado con extensas ramificaciones, era incurable y le conducía irremisiblemente hacia el sepulcro. "Durante el mes de septiembre y principios de octubre de 1937 vivimos con él en la Residencia de Las Mercedes, en una celda contígua a la suya; en– tonces fuimos testigos de los grandes y contínuos su– frimientos con que el Señor lo estaba purificando : Apenas podía alimentarse, ni descansar de día ni de - noche, lo que le redujo a una debilidad tal, que más: que hombre parecía. un. cadáver ambulante" (51}. Concibiendo todavía alguna esperanza de su cu– ración, le enviaron los Superiores a Valencia, presu– miendo que podría hacerle bien el cambio de clima y que proporcionarían un alivio general a su destruído organismo las aguas termales de las Trincheras; mas todo fqé inútil, pues ya aquella naturaleza demolida no fué capaz de reaccionar favorablemente; debió, por lo mismo regresar a Caracas para esperar tranquila, mente la invitación de) Señor que, como a siervo bue– no diligente administrador de los caudales divinos, le dijo: "Ven y seris coronado". Así nos lo hace pia– dosamente creer la vida, que llevó, y la tranquilidad con que recibió los santos Sacramentos, y la serenidad con que se enfrentó a la muerte, que para él no era muerte, sino verdadera vida y perenne descanso, en los Cármenes de la Gloria. "Murió el Padre Santos a la edad de 59 años, 42 de vida claustral, 13 de fecundo y glorioso apostola– do f'J1 la Misión del Caroní y 13 en la Vicaría de Ba– yamo, en Cuba. En todas partes dejó gratísimos r e- (51). Padre Carrocena, Vene2:1.1ela Misionera, año 1940, pág. 539.

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