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139 A fines de enero emprendieron. sólos el viaje en. -una curiara que elfos movían a canalete. Después de .dos días de incesante remar llegaron a la ranchería llamada Guapoa. A1lí el P. Abelgas habló en guarao a un centenar de indígenas que entonces se encontraban re.unidos en la mentada ranchería. Continuando la excursión, sin conocer lo suficien– te la ruta que les debía conducir a Mariusa, y con el temor de ser :arrastrados por la corriente al mar, se extraviaron, ya anochecido, viéndose obligados a bus– car la orilla y a amarrar la embarcación a las matas, pero sin poder abandonar la enriara por estar todo el terreno hunda.do. Al día siguiente buscaban un lugar adecuado para celebrar la Santa Misa, mas inútilmen– te; tuvieron, pues, que resignarse a bogar y bogar, hasta q~, pasadas las doce, encontraron un árbol en cuyas raíces· levantaron un tinglado, luego el altar portátil sobre el mismo, y, por último, la satisfacción espiritua:. de la cel-ebración, En ,estas excursiones sucede casi siempre lo im– previsto, es decir, que se acaban las provisiones cuan– do menos se espera. A nuestros Misioneros les faJ.tó muy pronto el agua dulce, viéndose predsador, a in– ternarse por los mor-ichales! para buscar el fruto de temiche que contiene agua parecida en el sabor a la <le. coco, pero en reducida cantidad. Pudieron, sin em– bargo, remediar por el momento, aquella perentoria necesidad, pero no así la de condimentar el frugal sustento de arroz y de morocoto. salado. Después de muchas peripecias y dé toda clase de privaciones y sufrimientos, llegaron a la barra, des– de donde divisaron una lucecita que fué para éllos algo así como la misteriosa estrella de los magos ; cuatro horas más de canalete y, llegaron a una pesquería de criollos. Cuando los encargados de la pesquería se per~ cataron de que, a las doce de la nóche, llegaba al puer-

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