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126 "Fueron muchos los indios que se reunieron en tomo del misionero durante los nueve días que per– manecimos en Mariusa; todos venían enguayucados, hombres y mujeres, ya que, hasta hace pocos años. se conservaban en perfecto estado salvaje. Necesité en cierta ocasión ver al Padre, y me costó Dios y ayu- .da para penetrar por entre aquella masa compacta de indios, hasta encontrarle, el cual estaba en el centro, rodeado de todos los jefes indígenas, hablándoles de las cosas de Dios; tales como que existe un Señor que lo ha creado todo; que debemos creer en El; que hay otra vida, después de la presente, donde las almas no mueren, sino que por el contrario, las que vivieron bien en este mundo, gozarán mucho y nada sufrirán; mientras que los malos llorarán y sufrirán siempre. Así mismo les hablaba de la necesidad de bautizarse para ir a ver a Dios en el cielo. Les aconsejaba que salieran de los montes y morichales para que lleva– ran vida má:Si cómoda, como la llevaban los blancos. "Respondieron ellos que, cuanto el Padre les de– cía, era muy bueno; que sí creían en Dios y querían bautizarse, pero nó salir de sus ranchos ni abandonar }a vida mariusera. Les pidió entonces el Padre que le hicieran a él un ranchito, .para vivir con ellos, ense– ñarlos, bautizarlos y decirles Misa. "Contentos los indios, le prometieron hacerle uh rancho grande, para dentro de dos lunas (dos meses), con tal que el misionero no los engañara, dejando de cumplir la promesa. "Dos cajas grandes llenas de objetos llevaba el Padre, para regalar a los indígenas: piezas de tela, vestidos hechos, espejos., collares, tabaco. . . Pero to– do le duró bien poco; porque el Padre daba cuanto tenía, y cuanto más les daba más querían. -Padre, a los indios ha dado ya usted bastante (tabaco); este rollo lo necesito yo.
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