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120 blándoles de los alimentos, de los frutos, de la curia~ ra y de otros tópicos de ellos conocidos; y de aquí pa– saba por medio de comparaciones, a la exposición de las verdades de la fe. Tienen los indios guaraúnos sus creencias y su– persticiones como los demás de otras partes; pero al– gunas son tan ridículas y degradantes, que parece . no puede haberlas más allá. Es pues el caso que hay en los caños .del Orinoco un pájaro no más grande que un pardillo, cuyo canto semeja un silbido no muy fuer– te. .:,:..e llaman "masisiquire". Según sus creencias cual– quier indígena que le vea, debe necesariamente morir en el acto o al poco tiempo. Si le ve un hombre, el pájaro se le representa en forma de mujer; y si quien lo ve .es una mujer, _se le_representa en forma de hom– bre. Conio el silbido se parece al que puede producir una persona, fácilmente se le imita, y se dan buenos sustos a los indios, pues cuando lo oyen tiemblan de pies a cabeza y, al parecer, les da un fuerte ataque de fiebre. Enterado nuestro misionero de semejantes em· bustes, y deseoso de acabar con aquella superstición entre los internos, les armó, como suele decirse, varias trampas. . Más de una vez les había hablado de la necedad y falsedad de aquella creencia; para cerciorarse de si todavía p.ermanecían en la misma, cierta noche, cuan– do todos estaban durmiendo, empezó a silbar como el maslsiquire.. Tal fué el terror y espanto que de ellos se apoderó, que inmediatamente se arrojaron del chin– chorro gritando y aullando como si estuvieran deses– perados o locos. "Salí entonces del escondite y pre-– gunté qué pasaba": ¡ Masisiquire, masisiquire !, respon– dieron a coro. Otra vez se le ocurrió al Padre dar una vuelta por el cañaveral, por si había por allá algún mucha-
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