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109 por hacerles comprender los misterios de nuestra fe, acomodando sus instrucciones a la rudeza de los oyen– tes, y les explica cómo en una cruz semejante a aque– lla, había muerto Jesucristo, Dios y Hombre verdade– ro; y que por eso los cristianos teman tanta devoción a la Sa:nta Cruz. "Son las doce del Viernes Santo. Reina un silencio :iieli'gioso y profundo. El momento es solem– ne: el nlisionero bendice la Cruz labrada por manos indígenas y la enarbola, para que, como árbol sagra– do de nuestra Redención, cobijase por primera vez a los pobres guaraúnos, primicias de la fe en las selvas tropicales del Orinoco. 'fodos contemplan el sencillo cuant o devoto espectáculo• con la más honda emoción. Levant ada 1a Cruz, entonan el primer cántico: Venid, oh guaraos, la Cruz adoremos, la Cruz ensalcemos que al mundo salvó. Amemos, guaraos, la Cruz del alzado · Jesús, que .enclavado en ella murió. "La celebración de aquel primer Viernes San– to en la selva de Araguaimujo, fué algo típicamente singular por la sencillez y religiosidad. Mientras se cantaban estas estrofas, fueron pasando todos los . in– dios ordenadamente por delante de la Cruz, la que adoraban mdilla en tierra, haciéndosela besar también a sus hijitos" ( 39). T~l Padre Antonino de Madridanos, que visitó la C3:sa-Misión de Araguaimujo, escribe en Venezuela Mi~ (39 ) . P. Carrocero, Ven Mis-ill'nera, año 1•, pág. 264. ,/

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