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91 tan expuestos a morir en medio de aquella epidemia genera!. Hice también que trajeran todos los niños pequeños de la ranchería con el fin de haituzarlos a todos. "Hablé después en el enrevesado guarao a todos los presentes, dándoles algunas explicaciones sobre Dios Nuestro Señor, con el fin de que fuesen dejando sus ridículas prácticas religiosas. Después les repartí papelón, cazabe y otras cosas que, con avidez se acer– caban a recibir. "Los compañeros civilizados querían ya que vol-– viésemos cuanto antes a La Ho:rqueta, de donde ha– bíamos partido, alegando que a otra ranchería que yo quería visitar, no se podía ir por hallarse interceptado el caño, con muchos troncos atravesados. "Indeciso estuve, no sabiendo qué partido tomar: por un lado pensaba en las dificultades, tal vez insu– perables, con que tendríamos que luchar; y por otro, ¿ cómo permitir que se fueran de este mundo tantos niños sin el bautismo? Esta consideración pesó en mi ánimo con fuerza irresistible, y deponiendo todo te– mor, con firme confianza en Dios, me dirigí hacia aquel angosto caño; muy estrecho era, en efecto, y de muy poco fondo, a pesar de todo, nos embarcamos y seguimos por él. "A media noche tuvünos que hacer alto, y es– perar allí la llegada del nuevo día, pues con la obscu– ridad tropezábamos a cada paso en una o en otra de .las márgenes. Los criollos que me acompañaban me dijeron que aquel cafio había sido abierto por los es– pañoles; lo más pro~able es que lo hayan hecho los antíguos Misioneros Capuchinos, para seguir en pos de la oveja perdida, pues dan testimonio de algún pueblo de indios, que allí habrían fundado, las altísimas y envejecidas palmeras de coco que en aquel paraje 7

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