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96 rios de ellos, instruyéndolos en la fe. No muchos días antes se les había muerto el capitán, de lo que esta– ban muy apenados. "Seguimos después siu parar hasta que llegamos a la última ranchería, conocida con el nombre de Gua– rina, en la que jamás había sentado mi planta. No sa– bía uno cómo acercarse a donde ellos estaban, pues hallándose todo inundado por el río, había que pasar :sobre m11. palo tendido a guisa de puente. "Estaban aquellos indios en gran abandono, y vivían sobre unas empalizadas enteramente podridas, que con frecuencia se hundían a medida que se cami– naba sobre ellas. Poco tiempo antes de nuestra llega– da se había realizado en aquel lugar un encuentro de indios, del cual resultó un muerto. Aunque quise ha– cer alguna averiguación, todo fué en balde, pues el capitán negóse a decir la verdad; sólo me respondía : "Ekida; naminaja", esto es: "Por aquí no ha pasado nada". "En aquella .ranchería me encontré también con un indiecito que había muerto el día anterior. 'Tenía como de nueve a diez años; su madre lo estaba lloran– do echada junto a él en el chinchorro, mientras que su padre daba de cuando en cuando una carcajada. Habían puesto al cadáver un cuchillo entre las manos y otro lÍ:ien o a su lado, en la creencia, según sus su– perticiones, de que podría usarlos el difunto más ade– lante. Como todos los indios se habían apartado, re– huyendo la vecindad del muerto, ayudé al padre y a la mad!"él a conducirlo, a la enriara que prepararon para Uevarle a la sepultura y, una vez depositado en la fosa , cubrimos el cadáver haciéndole una bóveda de palos y tierra. "lVfacho sentí no haber llegado a tiempo para de– rramar sobre él las aguas del bautismo; pero me apre– suré a, hacerlo con dos hermanitos suyos, viéndolos

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