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95 ro sumiso y amable como era con los Superiores, les escribía todos los años, y les relataba las principales actividades realizadas durante el año. A esta filial atención para con lo representantes de Dios. debemos una interesante relación del Padre Abelgas sobre la excursión que hizo a varias rancherías, a principios del año 1925. "Desde La Horqueta me propuse visita:r algunas rancherías que se encuentran en aquella dirección, a lo cual me aguijoneaba más y más el saber que se es– taba muriendo un crecido número de sus moradores. "Como me encontraba desprovisto de medios para hacer el recorrido, y llevarles algún regalo, se lo hi– ce saber al puebl'b reunido, exponiéndole a! mismo tiempo el estado triste y lamentable de aquenos indios. "Al día siguiente me eché :a ¡pedir de puerta en puerta, con el fin de cons,eguir lo que pudiese para alivio de aquellos pobres necesitados. No dejó de co– rresponder el pueblo, y se llenó mi corazón de con– suelo cuando ví que unos salían a la puerta trayéndo– me cazabe, otros con papelones_, racimos de plátanos, etc. Prepararon la curiara que iba a ser tripufada por seis in.dios remeros, y embarqué en compafiía de dos civilizados que no quisieron dejarme solo con aqueilos, pues decían que, los indios siempre son indios. "Emprendí el viaje lleno de satisfacción por lle– var algo que regalar a mis queridos "guaraos"; mas toda satisfacción se convirtió en pena, cuando, al lle– gar a la primera ranchería, iba encontrándolos en sus chozas tiritando de frío ocasionado por el paludismo. Con el corazón lastimado me dirigí a ellos, pregun– tándoles en su lengua "gua,raúna" qué tenían ; y los consolaba como podía, dándoles algo de lo que conmi– go llevaba. "Esta primera ranchería es la de Jotaj¡a1mo, don– de había estado en otra ocasión en que bauticé a va-

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