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91 ta que en el año de 1925 fué ·trasladado al Araguai– mujo para evangelizar a los indígenas. . Asombra en verdad la activa fecundidad desple– gada durante •estos años por el abnegado misionero en los case:i::íos del bajo Orinoco. Pedernales, la Hor– queta, Coporito, Macareito, San Salvador, Los Remo– linos, Tórtola, Santa Cátalina, Varadero, Sacupana del Cerro, El Toro, Piacoa, Los Castillos de Guayana, fueron t eatro constante, en donde sació su celo apos– tólico en bien de las almas, y marcó indeleblemente las huellas de sus trabajos y de sus virtudes ; por lo cual, las gentes evángelizada,s no dudaron en llamarle santo, no por el nombre que llevaba, sino por el celó, por la vida penitente, devota y mortificada. Toda la parroquia recibió sus benéficas visitas, y, además, las pertenecientes_a la Diócesis de Santo To– más, Barrancas, Uracoa y Tabasca. En ellas bautiza– ba a los pequeñuelos, casaba a muchos que vivían en mal estado, más por falta de sacerdote que por corrup– ción y negligencia; predicaba a los adultos, enseñaba el catecismo y preparaba primeras comuniones de ni– ños. Merecido tiene el título de apóstol de los campos, pues en Cuba y en Venezuela ese fué su fuerte y su más favorita ocupación. Sncillo, abnegado, popular , era conocido y querido de cuantos le trataban. El as– pecto de su per sona hablaba más elocuentemente a aquellas gentes buenas y sencillas, que las palabras: "Christi bonus odor sumus Deo, in iis, qui salvi fiunt, et iis, qui pereunt". Porque nosotrós somos el buen olor de Cristo delante de Dios, así para los que se sal– van, como para los que se pierden (IIa. Cor ., II, 15) . Soy, podía decir el misionero, e l buen olor de Cristo para todos y en todo lugar (31). (3 l ) . Corto ol Director del Mensajero Seráfico, áño de 1924, pág. 401 .

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