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86 ''Las gestiones que realizó en la consecución del pasaporte y las idas y venidas a que le sometieron, agotaron los recursos de su exiguo portamonedas, viéndome yo precisado a pedir al Superior de los Fran– ciscanos algunas celebraciones, con las cuales se re– medió hasta Curazao, en cuyo puerto el P. Carmefo de Arroyo que viajaba para España, le socorrió opor– tuna y convenientemente. "Recordando estas cosas, años después, en Cara• cas, me decía el P. Santos: "La Providencia ha velado siempre por mi y ha remediado mis necesidades. Cuan– do me trasladaron de Cuba a Venezuela, no caí .en la cuenta de que la rebaja de precio que teníamos para el ferrocarril de Oriente no servía para el otro, por ser Compañía distinta. Por lo cual, en Santa Clara me exigieron el pago de cinco dólares, si quería continuar a la Habana. Rogué al de la estación me hiciera la ca– ridad de proporcionarme el billete, pues yo no dispo• nía de aquella cantidad. Y, apenas formulé mi ruego, un señor, para mi completamente desconocido, alargó al de la estación unas monedas, diciendo: Ahí van los clóla.res para el Padre". Partió, pues, el Padre Abelgas de la Isla de Cuba a la República de Venezuela, en los primeros días deli mes de enero de 1923, en el vapor español "Montevi.. deo", y llegó felizmente al puerto de La Guaira, des– de donde se dirigió a Caracas, para pasar unos días de reposo con sus Hermanos los Padres de la iglesia de las Mercedes, a quienes edificó con su piedad, hu~ mildad y gran espíritu de sacrificio, para marchar re· sueltament e a la Misión del Caroni. Después del breve descanso, otra vez a La Guaí.. r a, y desde allí a Tucupita a donde llegó el 22 de f e 0 • brero, según ya dejamos consignado. Esta población será por dos largos años, el nuevo campo de su cefo

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