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CREER, O NO CREER: ESTA ES LA CUESTION. T ODOS los finales de los evangelios son muy interesantes; dejan para el lector atento un no sé qué, que debe ser paladeado. En el cuarto evangelio se nos obsequia con dos finales; o si se prefiere, con un auténtico final, el del capítulo 20, y un apéndice posterior– mente añadido, el capítulo 21. Es el auténtico final, el que me ha hecho re– flexionar hoy. ¡Qué regalo en sus líneas!: El repetido «Paz a vosotros ... ». La declaración «Como el Padre me ha envia– do, así Yo os envío ... ». La divina investidura «Recibid el Espíritu San– to; a quienes vosotros perdonéis ... ». Y la proclama «¡Dichosos los que crean, sin haber visto ... !». ¿Cómo agradecer tanta riqueza? Pero, mucha atención a la finalidad que preside todos estos 92
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