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LA REVOLUCION APENAS HA COMENZADO E STA de la CARIDAD es la única revolucióII. en que creo, porque me parece la única seria, la sola que puede edificar sin arrasar. Pero ¡flaca revolución la nuestra, si toda la CARIDAD -sustancia y plenitud del cristianis• mo- la redujésemos a dar limosnas! Es preciso «armarla gorda», aunque sin demasiado ruido; montar de verdad una inmensa revolución, la que el hombre tiene pendiente desde hace mile– nios: la de amarnos, en vez de combatirnos; la de estar más para servir, que para aprovecharse; la de poner dedicación, en lugar de egoísmo. A tal revolución sólo puede llegarse cambiando mentalidades y actitudes, transfom1ando perso– nas. Atendernos a nosotros mismos resulta ineludi– ble; pero ni la vida ni las cosas de la vida pue– den estar siempre y en todo referidas al propio yo ... Dios tiene que ser siempre el primero, El «ante todo»; y a Dios se le ve, se le ama y se le 339
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