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VIDAS QUE DEJAN RASTRO... P OR los días de diciembre de 1962 se clau– suraba en Roma la primera fase o etapa del Concilio Vaticano II, el tan traído y lle– vado «Concilio», del que se puede uno servir para muchas cosas ... Fue la única etapa que pudo pre– senciar el popularísimo Papa que lo había convo– cado: Juan XXIII. Al día siguiente de la clausura de tal etapa, el 9 de diciembre de 1962, la basílica de San Pedro, escenario de las imponentes reuniones de los Pa– dres conciliares, fue también escenario de una solemnidad no menos imponente: en presencia de casi todos los del Concilio y de mudhos milla– res de fieles, Juan XXIII proclamaba oficialmen– te «santos» a tres hijos de la Iglesia. Uno de ellos había querido ser en la tierra, y como tal hay que presentarlo a los hombres, «hermano lego capu– chino»: fray Francisco María de Carnporrosso. Una vez más, Dios se complacía en exaltar a los humildes. 327
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