BCCCAP00000000000000000000749

¡Cuántos Chaturbhais hay por el mundo! Un domingo del mes de agosto, a la sombra de cierto santuario de la Virgen, a la hora de comer -co– mida de campo-, me contaba un buen señor de edad: «Me acuerdo mucho de un criado u obrero que teníamos a temporadas en casa de mis pa– dres. Más de una vez le escuché: «Oigo por ahi a bastantes que dicen: 'En mi casa yo como has– ta que no quiero más ... ' No sé, quizá sea así; en mi casa, desde luego, nunca ocurre tal cosa; en mi casa nunca se come hasta que no queremos más, sino hasta que YA NO HAY MAS.» ¿Cuántos de nuestros hermanos podrían decir lo mismo? Su forzoso régimen alimenticio es siempre, o casi siempre, «de lo que haya» y «has– ta que ya no haya». Leemos en el Deuteronomio (26, 12-15) lo que Dios manda a cada uno de los de su pueblo: «Cuando hayas acabado de hacer las partes de tu cosecha, todo el diezmo (es decir, la décima parte) lo darás al levita, al inmigrante, al huér– fano, a la viuda, para que coman en tus ciuda– des y se sacien. Y dirás ante Yahvé tu Dios: «He obrado conforme a cuanto mandaste. Contempla desde tu santa morada, desde los cielos, y ben– dice a tu pueblo Israel.» Dios no podrá mirarnos como a pueblo suyo, ni bendecirnos, si no sabemos comunicar de nues– tros bienes con los demás, hasta el punto de que quienes no puedan personalmente ganárselo, ten– gan también entre nosotros lo que necesitan para comer y saciarse. 322

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz