BCCCAP00000000000000000000749

tan cansados y marchitos, cosas nuevas que de– ben ir formando hombres nuevos! Aquellos hombres del mundo griego y romano estaban demasiado acostumbrados a pensar sólo en sí mismos. La enseñanza de sus maestros, los filósolos, les llevaba a la seguridad de que había sabiduría como la de aplicarse cada uno a disfru– tar inteligentemente de la vida. Los demás, los otros, podían estorbar este empeño -y entonces había que quitárselos de en medio- o podían ayudar a él -y entonces se les utilizaba... , aun– que buscando siempre, como ideal, el no necesitar de ellos, el bastarse a sí mismo-. ¿Vivir para esos otros hombres, que están ahí? ¡A nadie se le había ocurrido cosa tan insensata! A los cristianos metidos en tal ambiente decía la: «Didajé»: «Hay dos caminos ante el hombre: uno, cami– no de vida; otro, de muerte... »Este es el camino de la luz: Ante todo amarás a Dios, que te creó, y después amarás a tu próji– mo como a ti mismo ... , y todas las cosas que no quieres que te hagan a ti, no se las hagas tú a na– die. »Mira la doctrina de estas palabras: 'Bendecid a los que os maldicen, y rogad por vuestros ene– migos; ayunad por quienes os persigan; porque ¿qué gracia o mérito puede haber en querer a aquellos que os quieren? ¿No hacen esto mismo los gentiles? Vosotros debéis amar a aquellos mismos que os odian, y no considerar a nadie como enemigo. »Da a todo el que te pida, y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se distribuya 316

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz