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justa o inaguantable, y echamos a «otros» la cul– pa de que ·sea así. Actitud de captación, cuando en los otros vemos, sobre todo, la po– sibilidad de que «nos sirvan», y buscamos lama– nera de lograrlo. Actitud de entrega, cuando los tomamos muy en serio, por sí mis– mos, y buscamos la manera de «servirles». A nadie se le puede ocultar que, para un cristia– no, esta última actitud, la de entrega, es la única que vale. Y desde ella, teniendo a Dios siempre presente, podrá entenderse mucho mejor todo el contenido de aquella canción de Julio Iglesias: «Siempre hay «Siempre hay por qué luchar y por qué vivir. a quién amar y por quién sufrir.» Y la oración, seráfica, del seráfico San Francis- co de Asís: «Haz, Señor, que yo busque no tanto ser consolado, como consolar; no tanto ser comprendido, como comprender; no tanto ser amado, como amar. »Porque es dando como mejor se recibe, 314 perdonando como se merece el perdón, y... ))

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