BCCCAP00000000000000000000749

burbujas de aire que afloran a la superficie de los charcos; todo se nos marchita, como las hierbas que asoman por los aleros de los tejados; y nos– otros mismos, ¡caminando inexorablemente hacia un final de sol en ocaso sobre un horizonte de sombras que nos habrá de engullir... ! ¡Qué sorda desesperación para nosotros, si no fuera porque «Donde acaba el pobre río, la inmensa mar nos espera.» Sí; donde acaba el pobre río de esta nuestra realidad de ahora, con su felicidad tan escasa, con su alegría tan quebradiza, con su amor tan <<poca cosa», con sus logros tan insuficientes ... , la inmensa mar de la Plenitud Divina nos espe– ra, y en ella, sin dejar de ser nosotros mismos -más «nosotros» que nunca-, seremos absorbi– dos, completados, transfigurados. * * * ¡Oh bienaventurada Trinidad, nuestro Honor, nuestra Salud, nuestra Esperanza! Cada vez que sobre nosotros se invoca el nom– bre del Padre, y del Hijo, y del Espritu Santo; cada vez que nosotros mismos pronunciamos esos nombres sin par, sea para alabar, sea para pedir, hay una proclamación de nuestro honor, de nues– tra salud y de nuestra esperanza. De nuestro honor: por la «casa» de donde veni– mos, por el linaje del que hemos brotado, por la familia a la que pertenecemos, y que algún día quedará felicísimamente congregada. De nuestra salud: porque nuestro remedio, 308

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz