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«Gaudium et spes», nos presenta la coronación de tal acción o proceso en Cristo: «El misterio del hombre sólo se esclarece con el Misterio del Verbo Encarnado ... El que «es imagen del Dios invisible» (Col 1, 15) es también el hombre perfecto, que ha devuelto a la descen– dencia de Adán el ser «a imagen y semejanza de Dios», realidad que había sido tan deformada por el Pecado ... El Hijo de Dios, con su Encarnación, se ha unido, en cierto modo, a todo hombre. «En El, Dios nos reconcilió consigo mismo y a los unos con los otros; nos liberó de la esclavi– tud del diablo y del pecado ... y nos dejó abierto el camino, pues con los ejemplos de Jesús, en su seguimiento, la vida y la muerte llegan a santifi– carse y adquieren su verdadero sentido» (núme– ro 22). Dios es nuestra Salud, porque gracias a El, nos– otros, «criaturas en riesgo», podemos quedar fi– nalmente a salvo, logrando no sólo nuestra plena rehabilitación, sino una última plenitud, con la que no hubiéramos podido soñar. Nuestra ESPERANZA ¡Ah! Si no fuera porque al final de nuestra os– cura perspectiva podemos vislumbrar a Dios -la Trinidad-, tendríamos que ser nosotros, los seres humanos, las criaturas de la desesperación. Por~ que ¡vaya suerte la nuestra, según lo que ahora podemos alcanzar y ver! Es nuestro vivir: un afán siempre malogrado de felicidad y plenitud; y no hay cosecha tan abundante como la de nuestras decepciones ... Además, todo se nos va desvaneciendo, como las 307
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