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más!» Así desahogaba su fundadísimo entusiasmo «de familia» aquella joven y extraordinaria car• melita que se llamó sor Isabel de la Trinidad. Vi– vía hondamente lo proclamado por San Pablo ante el Areópago de Atenas: «Dios no está lejos de cada uno de nosotros, porque en El vivimos, nos movemos y somos ... Hasta uno de vuestros poetas acertó a decirlo: '¡Somos de su mismo linaje!'» (Hch 17, 27-28). Nuestra SALUD No se trata de esa salud pequeña, por la que nos preguntamos en los momentos de encuentro o sa– ludo con alguien. La Salud que nos viene de Dios, hay que escri– birla siempre con mayúscula. Es el nombre bíbli– co de la Salvación. Toda la Biblia nos habla de ella. Toda la Litur– gia está para hacernos entrar en su dinamismo y en sus exigencias ... Y la Biblia y la Liturgia se encuentran mara– villosamente en aquella capital declaración: «Yo soy -dice el Señor- la Salud de mi pue– blo. »De cualquier situación apurada que clamen a Mí, me encontrarán con el oído atento.» El primer documento doctrinal del último Con– cilio Ecuménico, la constitución «Lumen gen– tium», va explicando en sus números 2, 3 y 4 có– mo las tres divinas Personas han ido desplegando sobre la Humanidad caída su acción salvadora, el gran proceso de la SALUD... ; y otro documento, 306

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