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que venía a salvarlo: «vino a los suyos, y los su– yos no le recibieron». De una Justicia: la de la causa de Jesús, el con– denado como blasfemo y malhechor. Con el irre– batible testimonio que ellos van a dar sobre su resurrección y victorioso retorno al Padre, queda– rá bien claro que el mundo no tenía razón, pues 1o que él ha rechazado es lo que Dios glorifica. De una Condena: la de quien venía actuando ,como "Príncipe de este mundo». La sentencia con– tra él está ya pronunciada desde antiguo; pero ahora comienza su definitivo fracaso, precisamen– te con lo que parecía haber sido su redonda victo– ria: la pasión y muerte del Cristo de Dios; sólo es cuestión de tiempo el que salga a plena luz lo ,que ya es una realidad en el misterio. La realidad terrestre, la aventura de la huma– nidad y de cada ser humano está montada sobre misteriosos antagonismos: hay un gran misterio de salvación frente a otro gran misterio de ini– quidad (2 Tes 2, 7). Todos y cada uno estamos me– tidos de lleno en este insondable drama divino– humano, que es la Historia, nuestra historia. ¿Es– tamos de parte del Misterio de Salvación, o de parte del Misterio de Iniquidad? Históricamente, fácticamente, sin que tuviéra– mos mérito en ello, nosotros hemos caído del la– do de Jesús, es decir, nos hemos visto adscritos al Misterio de Salvación: es ahora cuando tene– mos que decidir personalmente si continuamos así situados y adscritos ... No basta un «pertene– cer» nominal; cada día se hace más necesario dar un vigor consciente, deliberado y activo a nuestra «pertenencia». 299

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