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¿SOLOS ANTE EL PELIGRO? H E leído una vez más aquel pasaje evangéli• co de despedida (Jn 16, 5•11): «Ahora me vuelvo al que me ha enviado: ¿y ninguno de vosotros me pregunta: .«A dónde vas»?... Os lo aseguro: os conviene que yo me vaya. Si no me voy, el Paráclito no vendrá a vos– otros. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y El, cuando venga, confundirá al mundo. a propósito de pecado, de justicia y de juicio... » Habremos de ponernos «en situación» para en– tender mejor todo esto. Situación de hora y de lugar. Cuando fueron dichas estas palabras, estaba transcurriendo uno de los momentos estelares de la presencia del Hijo de Dios «entre nosotros». Lo de Cristo en el mundo, como protagonista de historia divino-humana, tocaba ya a consuma– ción y desenlace. Hablaba El en el Cenáculo, a] entrar aquella noche «en que iba a ser entrega– do» ... Sus palabras, aunque entonces con precisa 296

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