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nen 1-:'1adrigueras; pero el Hijo del hombre no tiene de propio ni para reclinar la cabeza». Que era como decirle: No sueñes con ventajas en mi seguimiento; para el aquí y el ahora inmediato, nada tengo que ofrecer. Otn se interesa por lo que ha de hacerse para entrar con todos los honores en la vida eterna. Y oye a Jesús: -((Si quieres ser perfecto, anda, vende cuanto tienes, da su precio a los pobres y luego ven ... ». Taobién a otros que muestran deseos de que El los acepte como discípulos, declara con toda crudeza: «Quien aspire a ser en verdad de los míos, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día, y que se esmere en mi seguimiento». Un -2stilo bien desconcertante de captar adeptos. Sin embargo, sólo El ha logrado, y sigue lo- grando, las más plenas y definitivas adhesiones a que puede llegar una criatura humana. En el difícil éxito de Jesús como conquistador de voluntades ha intervenido siempre un comple– jo de causas ... Entre ellas, bien puede encontrar– se la admiración motivada por su ser «siempre el primero» para todo lo dificultoso. El protagonista de «¡Qué verde era mi valle!» cuenta en el capítulo tercero de la obra: «Me acuerdo bien de que yo, niño, solía esfor• zarme por pensar en la humanidad (como conse– cuencia de lo que oía en clase a su maestra) ... Al fin, me imaginé la humanidad como un hombre 291
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