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la plenitud. Como va a plenitud la claridad de un buen día que se inicia tímidamente con la aurora. Y nosotros, a semejanza suya, tenemos tam– bién que «crecer». Pero no precisamente hacia una plenitud de acabado remate humano, no hacia una perfección ideal, no hacia la perfección en sí misma, sino hacia... -«Profesando la verdad, en el amor, crezca– mos en todos los sentidos hacia El, que es la ca– beza, Cristo» (Ef., 4, 15). Como las plantas que germinan de semillas caídas en profundidades, en lugares angostos o sombríos, van pujando tenazmente en su crecí· miento para salir hacia arriba, a la luz y al sol, así tiene que ser también nuestro crecimiento: hacia Cristo, única plenitud de la que puede siem– pre completarse nuestra radical insuficiencia. El sabía más que nosotros de nuestra necesi• dad; y por eso no dejó de invitar a todos. Pero tuvo una manera muy original de hacerse la propaganda. Nuestros conocidos «expertos de propaganda» vuelcan todo su ingenio en persua– dir de las ventajas de tal o cual cosa: los incon• venientes se callan cuidadosamente o se da por supuesto que no existen. Jesús tiene otro estilo: siempre por delante la dificultad... , para que en seguida cada uno sepa a qué atenerse, para que nadie se llame a engaño. Alguien le habla de «seguirle a dondequiera que vaya» ... -«Pues mira -replica El-: los pájaros del aire cuentan con nidos, las zorras del campo tie- 290
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