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Las consignas de actividad son muchas y muy claras en el Evangelio ... Con renovado lenguaje y apremio nos las ha vuelto a lanzar el reciente Concilio... No deben preocuparnos demasiado los frutos de nuestro plantar: ya el plantar mismo tiene pa– ra nosotros un valor decisivo. No se nos pagará el fruto, sino el esfuerzo. Un esfuerzo que, si lo ponemos con espíritu, no será nuestro sólo, sino también de Cristo: continuación de su trabajo personal, y enriquecido con su fuerza y virtud de redención, según recordaba Juan XXIII al final de la encíclica «Mater et Magistra». Todo un mundo de sugerencias puede dedu– cirse de esa escueta afirmación con la que el Após– tol recuerda cuánto hubo él de afanarse para ins– talar la Iglesia en Corinto: <(Yo planté, Apolo regó, y Dios ... » 257 J7
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