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TESTIGOS DE LA LUZ «Nº era él la Luz, sino que venía a dar tes– timonio de ella», escribió el Apóstol San Juan en el comienzo de su evangelio, re– firiéndose a su homónimo el Bautista. No hay que dejar tan bella afirmación, reduci– da a un alcance estrictamente personal. Lo que se decía así de quien apareció en medio de su pue– blo para preparar los caminos «al que había de venir», nos alcanza de lleno a quienes estamos entre los hombres de cada generación para pro– clamar, por una parte, el hecho de que El ya vino, y mantener, por otra, la expectación de su re– torno: No somos la Luz, pero sí debemos ser sus tes– tigos. Tal fue la recomendación postrera de Jesús (He 1,6-8). Y se comprende. El cristianismo no es precisa– mente una filosofía religiosa ... Lo que él ofrece 249
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