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He aquí el hombre que puede ser definido por su «absolutismo». No entiende de posiciones re– lativas ni de medias tintas. ¿Qué puede ser eso de no comprometerse demasiado? El siente y piensa que lo que se ha de hacer debe hacerse en plenitud. Si se acepta algo o alguien como la Verdad y el Bien, no queda más remedio que comprometerse por su causa hasta las últimas consecuencias. Por eso él, desde su camino de Oamasco, ha vivido «disparado» en una sola di– rección; y disparado en forma impresionante. To– da su historia o aventura personal ha sido el SI de una entrega absoluta. Su clima, una vehemen– cia de torbellino. Aquello del camino damasceno dejó marcado para siempre el signo de su vida; pero no fue pre– cisamente una «meta». Pablo se ha sentido siem– pre en marcha, en un perpetuo «hacerse». Cristo le asaltó y le conquistó: él fue ya todo de Cristo, y Cristo fue de él, pero en tal forma que Pablo ha tenido que seguir corriendo hacia Cristo du– rante toda la vida. Avanzado de edad, por el año 62, aún se desahogaba así con sus queridos Fili– penses: «No es que yo haya alcanzado ya la me– ta, o que sea perfecto; lo que hago es seguir ade– lante, a ver si logro alcanzar lo que quiero, por cuanto yo mismo fui un día alcanzado, apresado por Cristo Jesús ... Olvidando lo que queda atrás, me lanzo y una y otra vez hacia lo que aún me queda por delante, puestos los ojos en la meta, en el premio de la soberana vocación de Dios.» Otra cosa característica de Pablo, y que tam– bién ha debido de quedarle como efecto de aquel episodio del camino, es su absoluta seguridad en 243

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