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Es evidente el afán de muchos, ahora, por re– ducir toda la doctrina y práctica del cristianismo a pura dimensión horizontal. Vivir para los de– más (quizá mejor, «hacia los demás») es lo que cuenta... , y no precisamente en orden a procurar– les, por encima de todo, la salvación sobrenatural o eterna. Los prójimos, ciertamente, son algo muy serio para un cristiano; mantener hacia ellos una aten– ción cordial y operativa resulta de ineludible obJj. gatoriedad... Pero ¡ciudado con la tendencia «in– flacionista» en esta materia! Que a no pocos, me parece, el mucho hablar de los prójimos les está sirviendo de bonita excusa para no cuidarse de sí mismos ... «La religión pura y sin reproche ante Dios, nuestro Padre -escribía el Apóstol Santiago el Menor- está en ocuparse de los que, como los huérfanos y viu– das, pasan tribulación, y conservarse a sí mismo limpio de las sucie– dades del mundo» (l, 27). La observación resulta de apabullante actuali– dad, por lo mucho que va extendiéndose ese tru– co de hablar y hablar sobre lo que debe ha,cerse por los otros, o con los otros, y así tener excusa para no molestarse en lo que es tarea de primera urgencia: la purificación y reforma de uno mismo. Y a propósito de esto, ¿por qué tanto brío en denunciar «el pecado del mundo» -identificado siempre con situaciones sociales de injusticia-, y tan complaciente silencio para dejar fuera de atención los múltiples «pecados de la persona»? 232

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