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que busque de verdad sea estar como uno más entre los suyos, al igual de todos, en Cristo, con una función que le diferencia entre los hermanos. ciertamente, pero que le obliga más al servicio de todos. Si lo que buscaba con ser Pepe y no don José, era deponer todo aire de señorío y dis– tinción (la distinción supone en bastantes ocasio– nes «distanciamiento»), mostrar así la puerta y la atención abiertas a todos, al alcance de cual– quiera; si, además, procuraba vivir bastante mejor que todos los «cualquiera» de su parro– quia: devota celebración de la misa, esmerado rezo del breviario, ratos diarios de oración y de lectura, fidelidad en el cumplimiento de su de– ber hacia los demás; si, finalmente, en su afán de ponerse al nivel de todos, tenía ante la vista la insustituible exigencia de Cristo: «Quien quie– ra ser de los míos, niéguese a sí mismo y tome su cruz de cada día» ... , entonces, que ¡viva Pepe! Pero si el ser Pepe en vez de don José quedara de hecho reducido a ser él como los otros en pin– ta y talante, uno más entre tantos, igual que to– dos en el «vivir» y en el «alternar» -bar, deporte, tertulia-, sin nada interior que contrapese la ni– velación exterior... , entonces, amigo Pepe, te has caído con todo el equipo: los otros Pepes y Pacos y Jenaros y Robertos de la parroquia no te van a necesitar para nada; mozos como tú o tíos como tú, ¡ya tienen bastantes!; no necesitaban pedir uno más a la Iglesia. ¿No te parece? 229
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