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tergiversaciones, o con ambigüedades, o con si– lencios ... Y siempre que esto ocurre, se da un ministerio sacerdotal claudicante o en cobardía. Será a veces que el «ministro» de la Palabra no está muy convencido de lo que debe procla– mar, o busca mantener fuera de atención ver– dades que no dejan «estar a gusto». Y será a veces que por mala actitud hacia los que escuchan, se prefiere entretenerles con lo que gustan de oír, en vez de adoctrinarles con lo que deben saber. En todo caso, cuando el más alto ministerio entra en claudicación o cobardía, ¡pobre del pue– blo cristiano! 221
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