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los que tienen responsabilidad en la Iglesia; lo que ellos deben hacer es concentrarse sobre la realidad del Dios vivo. De esto, precisamente, es de lo que tienen los hombres mayor necesidad». i: * * Me parece que el maestro no quiso negar que el Evangelio sea también hoy, como siempre, una ley, una doble ley de fe y de conducta; pero trató de ponderar -y nosotros podemos admitirlo sin reticencias- que en el Evangelio hay mucho a favor de la más honda libertad, que el Evangelio está por la libertad... , una libertad que conscien– temente se meta en obediencia, que deliberada– mente se mueva en la obediencia. Obediencia, ¿a qué? Obediencia, ¿a quién? In– dudablemente, obediencia a Dios, que es aceptar sumisamente su palabra. Por tal sumisión entra– mos en la Verdad, en el Espíritu; y ellos ... Escu– chemos a Jesús: «Si os mantenéis en mi doctrina, conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres» {Jn., 8, 31-32). Escuchemos a su Apóstol: «Allí donde está el Espíritu del Señor, allí está la li– bertad» (2 Co., 3, 17). Frente a la Verdad y el Espíritu está la ola; frente al someterse a la palabra de Dios está el flotar ... La «ola» es el signo de nuestros días, y flotar, lo que hacen grandísima parte de nues– tros contemporáneos. Estar en la ola es estar siempre en la superficie, es decir, ser irremedia– blemente «superficiales» ... Flotar, todo lo con– trario de estar en la libertad, porque quien flota, ne>, decide, no va, es llevado ... ¿Por qué tanta gente se muestra hoy tan falta de seguridad, tan sin rumbo, tan sin meta, tan 214
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