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Hubo también un muchacho que, había sido admi– tido muy joven en la Orden como hermano laico; más tarde se le apareció la gloriosa Virgen poniéndole un dedo en la boca para hacerle saber que llegaría a ser predicador y lector. Este fue no solamente predicador y eminente lector, sino también promovido a los más altos cargos de la Orden. Pero es difícil narrar cuáles progresos hicieron sin– gularmente los hermanos que, llevados de un gran fer– vor, entraron en la Orden inmediatamente después de la llegada de los hermanos. Aunque algunos fueron an– tes buenos bachilleres y hombres ilustres, llevaban el "capucho de la probación" (es decir, el caparón). Más tarde, varios de ellos se distinguieron por la seriedad y encomio con que ejercieron el oficio de la predicación, o de la enseñanza, o del gobierno de la Orden. 114. El hermano Eustaquio de Mere, que fue du– rante largo tiempo guardián de Oxford y más tarde custodio de York, observó continuamente hasta la muer– te la abstinencia, las vigilias y la mortificación de la carne; pero con los demás tuvo siempre una actitud de dulzura afectuosa y angélica. A punto de morir, repetía frecuentemente del fondo del corazón €Stas palabras a la ]\!ladre de la misericordia: "Por tu Hijo, por el Padre y el Espíritu Santo, te ruego, oh Virgen, asistirme en mi muerte y en mi último vi.aje". El hermano Roberto de Thornham, primeramente guardián de Lynn y después custodio por muchos años de Cambridge, estimulado por un fervor maravilloso, pi– dió la obediencia para partir con los cruzados a Tierra Santa; después de haber adquirido una fama incompa– rable, tanto entre J.os seglares como entre los hermanos, 151
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