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PRIMEROS TRIUNFOS 73 lógico y henchidas de fervorosa unc10n pronuncia– das por aquel sabio y santo apóstol. El prodigio de los peces pronto llegó a saber– se en toda la comarca. Lo comentaban las mujeres a las puertas de las casas. Lo discutían los hom– bres por las calles y plazas. Lo repetían los niños en sus juegos inocentes. -Verás -decían algunos-. Así predicó Fray Antonio a los peces: «Oid la palabra de Dios, vos– otros, peces del mar y del río ... » Y no faltaban quienes supieran decir de memo– ria todo el sermón de Fray Antonio. Pero había un hereje que no había contemplado el prodigio de los peces, cuando acudieron en tro– pel a la orilla del mar para escuchar la palabra del predicador franciscano. Se llamaba Bonvillo. Dispu– taba con los amigos, riéndose de cuanto decían del milagro. Y sus risas iban acompañadas con grose– ras blasfemias. Bonvillo, era de aquellos herejes que negaban la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Era un rico labrador y estaba muy infautado con sus fincas Sobre todo, se mostraba muy aferrado a sus ideas. Fray Antonio explicaba el Sacramento del amor y daba razones convincentes, sacadas de la Teología y del mismo Evangelio, para demostrar que Jesu– cristo se hallaba verdadera y realmente en la Hos– tia consagrada. Pero Bonvillo seguía en sus trece.
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